Iglesia de las Lajas - Ipiales Nariño

Después de viajar un montón de horas en la noche llegamos a eso de las once a Ipiales Nariño. Parece mentiras que la modernidad haya llegado hasta allí. Calles amplias de doble vía, iluminadas, aún en medio de la neblina veíamos las construcciones altas, amplias bien diseñadas.

Buscamos donde pasar el resto de noche. El frío calaba los huesos. Nos abrió una mujer de baja estatura de cachetes colorados casi rojo sangre, con la cabeza cubierta con gorro de colores. Negociamos el precio y a dormir.

Buenas habitaciones, cómodas, amplias, abrigadas y vestidas con tendidos de colores armoniosos y cálidos. El problema fue al otro día para quitarnos la ropa y el baño. A pesar del agua caliente el frio se metía como un chiflón, no sabíamos por dónde. Estábamos a la vuelta del parque en pleno centro. El desayuno igual que en todas partes café y demás.

A lo que íbamos, conocer el Santuario de las Lajas. Queda relativamente cerca. Muy buen transporte que nos dejó en la parte alta de la montaña que luego empezamos a descender por tramos de escalas con vueltas y vueltas.

La bajada es cansona hay que hacerlo de lado, de otra manera las rodillas empiezan a doler. A lado y lado de las escalas hay gran profusión de tiendas de cositas: estampas, rosarios, imágenes, estatuas, recuerdos, fotos, comidas, peluches y el típico CUY de dulce, de sal, grande pequeño, solo, acompañado.

Casi al llegar, se encuentra la estatua de una indígena que lleva en brazos a su hija que le dice: ”MA LA MESTIZA ME LLAMA” Y luego la imponente arquitectura del santuario. Decenas de torrecitas que terminan en puntiagudas aristas y llenas de adornos estilo gótico o churrigueresco pintadas de azul y blanco.

Adentro la fe se siente. Personas de todos los pelambres se dan cita allí para agradecer o para satisfacer la vanidad de decir estuve en LAS LAJAS. Y luego la subida al lado y lado miles de placas incrustadas en la pared dan cuenta de lo milagrosa que es ésta virgen para el mundo.